by Joe Hayes
The servant said, “Oh, no! You mean he has to guess that you have. . . .” And she said what it was. And who should be listening but Escuchín-Escuchón!
The next morning the prince appeared before the king. First he tried all the other things you might guess. He said, “I think the princess has six toes on her right foot.”
The king laughed. “Ha-ha-ha! Six toes? No!”
“Does she have a tattoo on her left elbow?!”
“A tattoo? Ho-ho-ho-ho!”
Then the prince said what Escuchín-Escuchón had heard: “The princess has a long hair growing out of the middle of her belly. It winds around and around her waist ten times! Then it coils up like a rose in the middle of her back!”
The king gasped, “How did you know that?”
And the princess also gasped. But there was a smile in her eye, because that’s exactly what she wanted to hear.
Still the king didn’t want to lose his daughter. He begged, “Please, don’t take my daughter. I’ll give you anything. I’ll give you all the gold you can carry!”
The prince smiled. “Will you give me all the gold my servant can carry?”
“I’ll give you all the gold anyone can carry!”
So the Prince went and talked to the strongman—Carguín-Cargón. He told him to make a big sack out of leather.
When the sack was finished, servants started carrying gold from the king’s treasury and dumping it into the sack. A hundred servants brought all the gold they could carry, but Carguín-Cargón picked up the sack and spun it around his head. He laughed, “I think it’s still empty. I don’t feel anything in there!”
A hundred more servants brought all the gold they could carry. Carguín-Cargón smiled. “It’s still so light! Don’t you have any more?”
All the gold in the kingdom went into the sack.
The only gold left was the king’s own crown. The king lifted the crown from his head. Then he turned to the prince and said, “Please. Let me keep my crown. You may marry the princess.”
So the prince and the princess were married and they returned to his land, where he was now the king! And the princess was the queen. And when the old king died, they became the king and the queen of that land too. So they lived happily for the rest of their lives.
And even though the story doesn’t say for sure, I imagine the servants were happy too. Wouldn’t you be happy if you could do what they could do?
EL PRÍNCIPE
Hay un viejo cuento de un joven que era hijo de un rey y una reina. Así que el joven era un príncipe. Luego se le murieron el padre y la madre y debió haberse convertido en rey. Pero en esa tierra había una ley muy dura que exigía que uno estuviera casado para ser rey. El príncipe no tenía esposa.
Luego el príncipe oyó hablar de un rey en una tierra lejana que tenía una hija hermosa y decidió ir allá para ver si ella se quería casar con él. Cargó tres mulas de oro y emprendió el largo viaje.
Después de tres días de caminar llegó a un claro en el bosque. Vio a un hombrote que trabajaba con un hacha, rajando leña. El hombre ya había amontonado treinta pilas de leña. Pero el príncipe miró a todos lados y no vio ninguna bestia —ni buey, ni mula, ni burro— con que llevar la leña a casa.
El príncipe fue al hombre y le dijo: —¿Cómo vas a llevar esta leña a casa?
El hombre se mostró perplejo—. ¿Llevarla a casa? —le preguntó—. Yo mismo la puedo trasladar.
El príncipe se admiró. Dijo: —¿Quieres decir que tú puedes cargar con treinta montones de leña?
—Claro que puedo. Mi nombre es Carguín-Cargón. Yo puedo cargar con todo. —Y levantó las treinta pilas de leña y se las llevó a casa en los hombros.
Cuando el príncipe vio lo fuerte que era el hombre, le pidió que trabajara para él como sirviente y le ofreció pagar con oro. Así que Carguín-Cargón se hizo sirviente del príncipe y se encaminaron juntos.
Tres días después llegaron a una montaña. Sentado al pie de la montaña había un hombre. Mientras lo contemplaban el hombre se puso de pie y se fue corriendo hacia el este. En un abrir y cerrar de ojos regresó corriendo desde el oeste.
Se le acercaron y le dijeron: —¿Será cierto que hiciste lo que pareciste hacer? ¿Diste una vuelta entera a la montaña en un solo parpadeo?
El hombre se encogió de hombros—. Claro que sí. Mi nombre es Corrín-Corrón. Puedo correr aun más ligero si quiero.
Así que el príncipe lo contrató de sirviente también. Y todos se encaminaron juntos: el príncipe, Carguín-Cargón y Corrín-Corrón.
A los tres días vieron a un hombre que apuntaba un rifle con gran empeño. Pero miraron alrededor y no vieron a qué iba a tirar. Se le acercaron y le preguntaron: —¿A qué estás apuntando?
Les respondió: —Hay una mosca en un árbol allá a dos millas de lejos. Yo le voy a volar el ojo izquierdo.
—¿Verdad que puedes tirar con tanta puntería?
—Por supuesto que sí. Mi nombre es Tirín-Tirón. Nunca fallo en dar con lo que apunto.
El príncipe lo contrató de sirviente. Todos se encaminaron juntos: el príncipe, Carguín-Cargón, Corrín-Corrón y Tirín-Tirón.
Tres días más tarde vieron a un hombre echado en el suelo con la oreja pegada a la tierra. Se le acercaron de puntillas y susurraron: —¿Qué estás escuchando?
El hombre los calló. —Chiz. Allá en la China una mujer ha dejado caer una aguja. La oigo rebotar en la tierra.
—¿Tú puedes captar la caída de una aguja al otro lado del mundo?
—Claro. Mi nombre es Escuchín-Escuchón. Oigo todo en este mundo y en el otro mundo también.
El príncipe lo contrató y todos se encaminaron juntos: el príncipe, Carguín-Cargón, Corrín-Corrón, Tirín-Tirón y Escuchín-Escuchón.
Tres días más tarde llegaron al reino lejano. Pero se enteraron de que el rey era muy celoso y no quería que nadie se casara con su hija. Si se presentaba un pretendiente, tenía que superar unas pruebas muy difíciles.
Para comenzar, tenía que correr una carrera contra la princesa. Ella era muy veloz y si el hombre perdía, el rey le mochaba los pies. ¡Doscientos hombres ya habían perdido los pies!
Pero el príncipe fue al rey y le dijo: —La carrera no me preocupa para nada. Va a ser tan fácil que dejo que mi sirviente corra en mi lugar.
El rey le dijo: —¿Estás seguro? Mi hija corre muy rápido.
El príncipe hizo un gesto de despreocupación: —Yo no tengo ni la menor duda. Mi sirviente correrá en mi lugar.
A la mañana siguiente puedes adivinar quién se presentó en la línea de salida: ¡Corrín-Corrón! La princesa se acercó a la linea, sonó el pistolazo y los dos se echaron a correr.
La princesa sí corría rápido, pero mucho menos rápido que Corrín-Corrón. Éste llegó pronto a la montaña lejana que marcaba la mitad de la carrera y se volvió para comenzar el regreso. Cuando vio la gran ventaja que llevaba pensó sentarse a descansar un rato. Luego notó una mata que daba sombra y se tendió en la sombra. ¡Y se durmió!
Mientras dormía, la princesa llegó corriendo. Cuando lo vio se le acercó sin ruido y le quitó los zapatos. Tomó unas espinas de la mata y las puso junto a sus pies descalzos. Luego se fue corriendo.
Pero Escuchín-Escuchón estaba escuchando. Oyó roncar a Corrín-Corrón y fue a avisar a Tirín-Tirón. Tirín-Tirón subió un árbol y miró através del valle. Vio a Corrín-Corrón allá dormido y apuntó su rifle con cuidado. ¡Zaz! Dio a Corrín-Corrón en la orilla de la oreja y lo despertó.
Corrín-Corrón se levantó de un salto y pisó las espinas. Daba brincos aullando y agarrándose del pie. Pero Tirín-Tirón siguió tirando —¡zaz! ¡zaz! ¡zaz!— y a tiros se le quitó las espinas del pie.
Corrín-Corrón se fue corriendo. Alcanzó la meta poquitito antes que la princesa.
Dijo el rey: —Esa fue la primera prueba. Ésta es la segunda: Tienes que adivinar la cosa rara que mi hija tiene en su persona. Si lo logras, puedes casarte con ella. Pero si fallas, ¡te costará la vida!
> El príncipe se fue murmurando para sí: —¿Qué puede ser? A lo mejor tiene seis dedos en cada pie. O quizás tenga un lunar en el hombro. ¿Qué puede ser?
Y la princesa también estaba triste, pues el príncipe le caía bien. Había comenzado a ilusionarse con un matrimonio. Aquella tarde le dijo a su sirvienta: —¡Qué triste estoy! Mi padre dice que el príncipe tiene que adivinar la cosa rara que yo tengo en mi persona. Nadie podría hacer eso.
La sirvienta dijo: —¡Oh, no! ¿Quieres decir que él tiene que adivinar que tienes. . .? —Y dijo lo que era. Y ¡quién más estaba escuchando que Escuchín-Escuchón!
A la otra mañana el príncipe se presentó ante el rey. Primero mencionó todas las cosas que se te podrían ocurrir. Dijo: —Creo que la princesa tiene seis dedos en el pie derecho.
El rey se rió: —¡Ja-ja-ja! ¿Seis dedos? ¡No!
—¿Tiene un tatuaje en el codo izquierdo?
—¿Un tatuaje? ¡Ja-ja-ja-ja!
Luego el príncipe dijo lo que había oído Escuchín-Escuchón: —La princesa tiene un pelo larguísimo que le sale del ombligo. Le da diez vueltas a la cintura y luego hace rizos en forma de una rosa en la mitad de la espalda.
El rey tragó aire: —¿Cómo sabías eso?
La princesa también boqueó. Pero le brillaban los ojos, porque eso fue justamente lo que esperaba oír.
Todavía el rey no quería perder a su hija. Rogó: —Por favor, no te lleves a mi hija. Te doy lo que tú quieras. Te doy todo el oro con que puedas cargar.
El príncipe sonrió. Preguntó: —¿Me da todo el oro que pueda llevar mi sirviente?
—Te doy todo el oro que pueda llevar cualquiera.
Así que el príncipe fue y habló con Carguín-Cargón. Le dijo que hiciera una gran bolsa de cuero.
Cuando el saco estaba hecho, los sirvientes comenzaron a traer oro de la tesorería del rey y a vaciarlo en la bolsa. Cien sirvientes trajeron todo el oro que pudieron, pero Carguín-Cargón tomó el saco e hizo vueltas con él alrededor de la cabeza. Se rió: —Creo que está vacío todavía. No siento ningún peso en el saco.
Otros cien sirvientes trajeron todo el oro que pudieron. Carguín-Cargón se sonrió—. Todavía pesa muy poco. ¿No tienen más?
Todo el oro del reino fue a parar en la bolsa.
El único oro que restaba era la propia corona del rey. El rey levantó la corona de la cabeza. Luego se volvió hacia el príncipe y dijo: —Por favor. Déjame quedar con la corona. Te permito casar con la princesa.
Así que el príncipe y la princesa se casaron y regresaron a su tierra, donde él ya era rey y ella era reina. Y cuando se murió el viejo rey, se volvieron rey y reina de la otra tierra también. Así que vivieron felices por el resto de la vida.
Y aunque el cuento no lo dice, me imagino que los sirvientes del príncipe vivieron felices también. ¿No estarías feliz si pudieras hacer lo que podían hacer ellos?
NOTES TO READERS AND STORYTELLERS
These stories are all adaptations of traditional folktales from New Mexico. They are re-tellings for modern readers and listeners, and although I tend to stay closer to the original tale than many writers, I’ve added to and subtracted from the tradition in creating my version of each tale. I began telling all these stories in the mid-1970s when I discovered the work of the pioneer students of New Mexican folk narrative: Aurelio M. Espinosa, Juan B. Rael and J. Manuel Espinosa. These folklorists recorded the old tales during the first third of the twentieth century, before modernization began to erase the stories from the collective memory of the people. Serious readers should consult Cuentos españoles de Colorado y Nuevo México by Juan B. Rael and Spanish Folk-Tales from New Mexico by J. Manuel Espinosa. To see how the New Mexican tales derive from the stories of Spain, read Cuentos populares españoles by Aurelio M. Espinosa. These books are out of print, but can be found in university libraries or obtained through inter-library loan. A more accessible, bilingual edition of J. Manuel Espinosa’s work is Cuentos de cuanto hay, Tales from Spanish New Mexico which is edited and translated by me, published by the University of New Mexico Press and available from Cinco Puntos Press.
1. THE DAY IT SNOWED TORTILLAS
This is almost a signature story for me. People associate me with this tale more than with any other, and it’s the one story I’ve developed that is most borrowed by other storytellers. I first heard the outlines of the story from a girl in the fourth grade. Her family came from Mexico, and she told me that her mother told her a story about the day it rained buñuelos. Because many of my listeners wouldn’t be familiar with buñuelos, I decided to turn them into tortillas, which are much better known in the United States. A version occurs in Cuentos españoles de Colorado y Nuevo México and I have run across the story from many other Latin American sources—always with buñuelos, as my young friend told it. Which spouse is clever and which foolish and talkative changes frequently, probably in response to the attitude of the teller. A similar tale is told in many countries around the world. It seems especially popular in Russia and Eastern Europe. In the Aarne-Thompson Index of Tale Types, it is number 1381.
2. PEDRO AND DIABLO
I once told this story to a group of international students who were participating in an intensive English class at the University of New Mexico. Afterward, a young woman in the class said, “They tell that story in my village in Italy. They say it happened at the little cemetery just outside the town.” Stories of a person in the graveyard being mistaken for a ghost or the devil turn up in many cultural contexts. A listener once showed me an issue of Reader’s Digest in which a brief version of this story appeared. The names of the two rascals—Pedro and Diablo—are my addition. Without them, some listeners didn’t see any logic in the mistaken identities of the thieves. I picked up the story from a variety of people around New Mexico. It can also be found in most collections of tales made in the state. Rael has a related story in Cuentos españoles de Colorado y Nuevo México. It is type 1791 in the Aarne-Thompson index.
3. GOOD ADVICE
The tale of a rather simple young man who squanders his wages on three pieces of advice which turn out to be perfectly suited to situations he encounters shortly thereafter (Aarne-Thompson type 910B) is extremely popular in Spanish-speaking lands. New Mexico is no exception. It appears in all the collections made in the state. A major portion of the book Entre brujas, pícaros y consejos by Cuban folklorist María del Carmen Victori Ramos is devoted to versions occurring on the island. In my telling, I retain the archaic verb forms (fueres and vieres) in the first piece of advice because that appears to be the way every traditional teller in New Mexico said it.
4. THE CRICKET
Tales of a false seer who is able to maintain the deception by lucky coincidence are popular in many cultures (Aarne-Thompson type 1641). Of the tales in this book, this is one most often requested by children. The type can be found in the Grimms’ tales and in collections of African-American tales, but this version has some specifically Hispano qualities. In Mexico and the Southwest tales of los dos compadres—one poor and the other rich—are very popular. Several versions of this tale can be found in Cuentos españoles de Colorado y Nuevo México, and my telling borrows heavily from that source. In Spanish language versions of the story the trickster’s nickname always seems to be el grillo. There is always some powerful person who is deceived by the false seer’s good fortune, but identifying him as the governor of New Mexico is my addition.
5. THE LITTLE ANT
This is a classic example of a cumulative tale (Aarane-Thompson type 2030). Whether I tell the story in English or Spanish, I always do the cumulative “run” in Spanish because it’s so much more rhythmic than English. I speak the last line tugging at one hand while holding it in place with the other, to the delight of young listeners. The idea that the flea is the ant’s cousin is my invention. It’s always seemed appropriate because the relationship among cousins is of such importance in Hispanic culture. Among other places, this story appears in Rael’s collection and in Mexi
can Folktales by Américo Paredes.
6. THE BEST THIEF
This is one of the first New Mexican tales I ever told—long before I declared myself a storyteller. It first caught my imagination in J. Manuel Espinosa’s Spanish Folk-Tales from New Mexico. The type (Aarne-Thompson 1525) is common (well known as a jack tale in Appalachia, for example) and other researchers in New Mexico include it in their collections. I’ve always been enchanted by the cleverness of the young “thief” and the distinctively New Mexican blend of Old and New World elements—a king and Native American warriors in the same tale.
7. LITTLE GOLD STAR
This tale was extremely popular in traditional New Mexican Hispanic culture. Rael collected a dozen variants and Espinosa found several as well. The story is also found in Literary Folklore of the Hispanic Southwest by Aurora White Lea, which is where I first encountered it. When natives of the mountain communities reminisce to me about hearing stories from their grandparents, they always mention Estrellita de oro or Granita de oro. The story combines the “Cindarella” narrative with the motif of kindness rewarded and ill humor punished. It is type 510 in the Aarne-Thompson index.
8. LA LLORONA
This story differs from the others in this collection in that many people believe it to be true, which makes it a legend rather than a folktale. It will probably come as a surprise to most native New Mexican readers to learn that this story is probably the least traditionally New Mexican one in this collection. The story, or at least the character of La Llorona, is firmly rooted and almost universally known in the state today, but the tale does not seem to have been known in the 1930s and 40s when the major folktale collections were made. My version is largely based on things I heard about La Llorona when I was a boy in Arizona. References to her fell into three categories: 1) vague warnings that she might be about; 2) legendary tales that explain the origin of the crying ghost; and 3) anecdotes of encounters with her. I incorporated all three types in my story. The second section of the story, which tells of a boy who was nearly caught by La Llorona, is an original invention of mine, but I’ve been telling it for so long that it’s been borrowed by other storytellers and many people swear they’ve heard it as a traditional tale.