The Missing Chancleta and Other Top-Secret Cases / La chancleta perdida y otros casos secretos

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The Missing Chancleta and Other Top-Secret Cases / La chancleta perdida y otros casos secretos Page 3

by Alidis Vicente


  “Ay, Flaquita,” she exclaimed. She only calls me “Flaquita” when she’s feeling overly proud. “You look like Blanca Nieves!”

  “She looks more like a vampire than Snow White,” said my sister. “Look how pale she is. Her black hair practically makes her face glow in the dark.”

  I did look like a vampire compared to everyone else. Most of the other girls had tanned, glowing skin with thick, beautiful hair. La Bruja may have had a point, but I would NEVER admit it.

  “I’d rather look like a vampire than a hairy werewolf,” I responded as I pushed passed her into the living room. I just wanted to get this night over with.

  At the party, the lights dimmed as we stood on the dance floor preparing for the musical cue. I looked around the room. Everyone’s eyes were on me. I could feel them whispering, waiting to see what I would do. I saw my sister pointing in my direction and giggling. Sweat began to run down my face and my heart began to beat to the music. Wait, the music had started!

  “Flaca, GO!” whispered my partner as he nudged me forward.

  I didn’t know what was going on. I couldn’t find my place in the dance. Was I on the quick step or the slow step? I thought I had lost my salsa again until I spotted Juan on the sidelines. He was looking at me, then closed his eyes. So, I closed mine. That’s all it took. I found the beat and danced for a few more steps with my eyes closed. I peeked through my eyelids to see the crowd’s reaction. People were smiling! And clapping! Some were taking pictures. After the dance we even got a standing ovation. I was waiting for someone to throw flowers at my feet, but I guess they didn’t want to make the other kids feel bad.

  Detective Flaca had succeeded again, but there was more investigating to be done. I had to figure out a way to keep my salsa. It seemed to come and go occasionally. It was a slippery little thing.

  The Case of the Lost Salsa: In progress

  On the way home from the party my mother congratulated me on the performance.

  “You did great, Flaca” she said. “We’re all so proud of you.”

  “Yeah, she did all right,” said my sister. “She didn’t trip or fall like I thought she would.”

  Was that … almost … a compliment? Was La Bruja feeling all right? Maybe the pressure from the sparkly crown was cutting off oxygen to her head.

  “I’ve been doing some thinking,” I explained to my mom. “Maybe if I have nothing more important planned or if it’s quiet at the detective’s office, maybe I can take a few more salsa lessons. There’s a lot of investigation that needs to be done on salsa. Like why is there a dance move called Suzie Q? Who is this Suzie Q? And why is there a dance step named after her?”

  “Really, Flaquita?” exclaimed my mother. “Oh that would be wonderful! I’ll call Juan tomorrow.”

  “Don’t get too excited, Mami. I said maybe.”

  “Okay,” my mom sighed with a smile, “I can live with maybe.”

  LA CHANCLETA PERDIDA

  Y OTROS CASOS SECRETOS

  Por Alidis Vicente

  LA CHANCLETA PERDIDA

  Y OTROS CASOS SECRETOS

  Por Alidis Vicente

  Traducción al español de Gabriela Baeza Ventura

  La chancleta perdida y otros casos secretos ha sido subvencionado por la Ciudad de Houston por medio del Houston Arts Alliance.

  ¡Piñata Books están llenos de sorpresas!

  Piñata Books

  An imprint of

  Arte Público Press

  University of Houston

  4902 Gulf Fwy, Bldg 19, Rm 100

  Houston, Texas 77204-2004

  Diseño de la portada de Mora Des!gn

  Ilustraciones de Leonardo Mora

  Vicente, Alidis.

  The missing chancleta and other top-secret cases / by Alidis Vincente ; Spanish translation by Gabriela Baeza Ventura = La chancleta perdida y otros casos secretos / por Alidis Vicente ; traducción al español de Gabriela Baeza Ventura.

  p. cm.

  Text in English with parallel Spanish translation.

  Summary: Second-grader Flaca investigates three mysteries, from her missing flip flop, to who put a food she is allergic to in her lunch, to how she will find her dancing ability before performing salsa at her sister’s quinceañera.

  ISBN 978-1-55885-779-7 (alk. paper)

  [1. Mystery and detective stories. 2. Lost and found possessions—Fiction. 3. Food allergy—Fiction. 4. Salsa (Dance)—Fiction. 5. Hispanic Americans—Fiction. 6. Spanish language materials--Bilingual.] I. Ventura, Gabriela Baeza, translator. II. Vicente, Alidis. Missing chancleta and other top-secret cases. III. Vicente, Alidis. Missing chancleta and other top-secret cases. Spanish. IV. Title.

  PZ73.A5766 2013

  [E]—dc23

  2013029355

  CIP

  El papel utilizado en esta publicación cumple con los requisitos del American National Standard for Information Sciences—Permanence of Paper for Printed Library Materials, ANSI Z39.48-1984.

  La chancleta perdida y otros casos secretos © 2013 por Arte Público Press

  Impreso en los Estados Unidos de América

  August 2013–September 2103

  United Graphics, Inc., Mattoon, IL

  12 11 10 9 8 7 6 5 4 3 2 1

  ÍNDICE

  De parte de la Detective Flaca

  El caso de la chancleta perdida

  El caso de la china asesina

  El caso de la salsa perdida

  Le dedico este libro a Mateo, el nuevo detective del Equipo Vicente

  DE PARTE DE LA DETECTIVE FLACA

  * * *

  Estimado Joven Detective:

  Si estás leyendo esta carta es porque te interesa estudiar algunos de los archivos de mis casos más secretos. Normalmente no les permito a los ciudadanos comunes que lean materiales confidenciales. Sin embargo, porque es obvio que estás tratando de aprender a ser un detective profesional, consumado y observador, tiene mucho sentido que aprendas de la mejor … de MÍ.

  Todos los casos que leerás a continuación son tan reales como los recuerdo así como todos mis éxitos. Por favor, ten en cuenta que he cambiado algunos de los nombres y las fechas por razones de privacidad. Nosotros los detectives tenemos que tener mucho cuidado con el tipo de información que revelamos al público, y aunque confío en ti, no puedo confiar TANTO tanto. Por eso, no creo que te sorprenda que te pida que firmes el acuerdo de confidencialidad que adjunto a esta carta. No es nada del otro mundo. Sólo tengo que asegurarme que no eres un criminal o espía. No lo eres, ¿verdad? Bien. Ahora firma el acuerdo y tenlo a la mano en caso de que tú y yo tengamos que tener una conversación.

  Cautelosamente,

  Yo, ____________________________, solemnemente prometo no revelar ninguno de los súper maravillosos métodos detectivescos a los malhechores, a los cerebros nefastos o a los criminales en formación. Prometo hacer uso de la información altamente confidencial de la Detective Flaca sólo para aprender y ser creativo y no para criticar a sus personajes, excepto tal vez, a la Bruja. Finalmente, prometo leer todo el libro y buscar las palabras que no entiendo en un diccionario para que algún día sea más inteligente y mejor que la Detective Flaca, si es que eso es humanamente posible.

  Firmado,

  _________________________________________

  Caso #1

  Nombre: El caso de la chancleta perdida

  Fecha: Hace mucho tiempo

  Estatus: Cerrado

  Me llaman Flaca. DETECTIVE Flaca. Soy una especie de leyenda por estos rumbos. He estado haciendo este trabajo por un buen tiempo. Bastante tiempo. Me es casi imposible recordar todos los casos, pero jamás olvidaré el primero. Tenía siete años de edad. Ahora tengo ocho.

  Era verano. Hacía un calor pegajoso. Era una tarde perfecta para nadar en la piscina de mi amiga. Pero surgió un problema. Mi chancleta estaba perdida. La busqué por todos lados. Parecía una búsqueda inútil pero no iba a dejar de buscar ¡hasta que tuviera la sandalia puesta en mi pie!

  Es importante pre
pararse para las investigaciones. Me aseguré de que todas mis herramientas estuvieran listas. Lápiz y cuaderno: en mano. Una pava para camuflar: mal puesta. La idea era que el sombrero del detective le ayudara a ocultar la cara, pero mi pelo era un problema. Era lacio, sin cuerpo, y caía constantemente sobre mi piel pálida. Parecía fantasma con la peluca de pelo ralo y negro y el sombrero. Por lo menos tenía unas pecas que me ocultarían la cara. Eso cuenta como camuflaje, ¿verdad? Estaba lista para el combate. Ah sí. Un buen detective necesita una lupa, pero no tenía una. Los lentes viejos de Abuelo tendrían que servir de lupa. Los lentes hacían que todo luciera más grande. Lentes lupa: listo (creo).

  Me senté en el sofá y llamé a mi familia para entrevistarla. Todos eran sospechosos. Me informaron de la última vez que vieron mi chancleta perdida. Escuché y tomé apuntes. Los detalles son la clave.

  Primero, hablé con mi padre.

  —¿Dónde estabas cuando viste la chancleta perdida por última vez? —le pregunté.

  —De hecho, estaba sentado aquí en el sofá. Hacía calor y vi tus sandalias en el piso. Usé una para abanicarme.

  —¿Así es que la robaste? —pregunté.

  —No, ¡no me la robé! Como no me servía de mucho el abanicarme, metí la cabeza en el congelador. Dejé la chancleta en el suelo de la cocina.

  Mi papá empezó a susurrar. Sabía que me estaba dando información ultra secreta.

  —No le digas a tu mamá, pero después vi que ¡ella la tenía en la mano en la cocina!

  Quería creerle, pero no siempre puedo confiar en lo que dice. Se le olvida TODO.

  —Ya puedes irte. ¡El que sigue!

  Mi mamá entró a mi oficina. Le pregunté cuándo fue la última vez que estuvieron juntas ella y la chancleta perdida.

  —Anoche, cuando puse el postre en la mesa, el perro trató de comérselo. Lo primero que vi fue tu sandalia. La agarré para espantar al perro de la mesa y la volví a poner en el piso. Pero tienes suficientes chancletas, Flaca. ¿Por qué no te pones otras? —preguntó.

  —¡DETECTIVE Flaca, por favor! Gracias por la recomendación pero las sandalias no desaparecen así como así. Alguien tiene que responder por esto —le expliqué.

  —Como quieras —dijo—. Tengo que empezar a preparar la cena.

  No tenía que preguntar qué íbamos a cenar. Arroz y habichuelas. Otra vez.

  Tenía que entrevistar al sospechoso número uno.

  —Te puedes sentar —le dije a mi hermana.

  Entrevistarla sería algo complicado. Siempre intenta confundirme.

  —Cuéntame de tu reunión con mi chancleta.

  —Nadie sabe dónde está tu sandalia, Flaca. Quizás se la llevó El Cuco.

  Lo que esperaba: una trampa. Todos saben que El Cuco no existe. A menos de que seas una bruja como mi hermana, La Bruja, como me gusta llamarla.

  —O ¡tal vez TÚ te la llevaste! —grité.

  —Sí, yo lo hice. El perro estaba tratando de comerse las DOS chancletas anoche, así es que las puse en tu cuarto.

  Resulta que la Bruja no mintió. La otra sandalia tenía marcados los dientes del perro por todos lados. Al principio pensé que eran los dientes de mi hermana pero los de ella habrían dejado marcas más grandes. Sólo había una cosa por hacer. Tenía que examinar el último lugar en donde habían visto la chancleta: mi cuarto.

  Me senté en la cama para repasar mis notas con los lentes de Abuelo. Todas las historias tenían sentido. Pero aún no encontraba mi sandalia.

  Justo cuando pensé que el caso no daba más, escuché un zumbido. De hecho, el zumbido estaba en mi oído. ¡Un mosquito! Entré en acción.

  Era como una antigua corrida de toros. Yo era el matador y el mosquito era el toro. Me embistió con rapidez, y yo lo aplasté con mi … ¡CHANCLETA! Después recordé todo.

  La noche anterior intentaba dormir cuando me picó un mosquito. Me levanté y usé mi chancleta para protegerme del insecto hambriento. Cuando se posó en la pared … ¡fuángana!

  Eso quería decir que mi chancleta ¡estaba detrás de mi velador!

  Por supuesto que tenía razón. Allí estaba. La chancleta perdida me estaba observando, esperando que le quitara el mosquito aplastado. Hice muy bien en sacar a otro malhechor de la calle.

  El caso de la chancleta perdida estaba cerrado.

  Cientos de casos han ido y venido desde entonces. Ahora hasta uso bolígrafo para tomar apuntes porque casi no cometo errores. Sólo hay un criminal a quien no he podido atrapar: al bandido que me robó el dinero que dejó el Ratoncito de los Dientes.

  Caso #55

  Nombre: El caso de la china asesina

  Fecha: Desconocida

  Estatus: Cerrado

  Era mi parte favorita del día en la escuela. Observaba la bolsa café que tenía secuestrado mi almuerzo sobre la mesa de la cafetería. Me encantaba estudiar la bolsa, trataba de averiguar qué habría adentro al analizar las claves por fuera. ¿Qué puedo decir? ¡Soy detective! Parecía un almuerzo común y corriente hasta que abrí la bolsa y encontré el veneno.

  Había una china en mi almuerzo. Para el estudiante promedio de segundo año, encontrar una naranja en su almuerzo no es gran cosa. Pero para mí, ver los pequeños trozos de china escondidos en un vasito de fruta era más que algo grande. Era una amenaza seria.

  Una fría y espeluznante sensación me recorrió la espina dorsal cuando descubrí lo que estaba pasando. Era tan obvio como una galleta en un plato de verduras. Alguien estaba tratando de envenenarme. Sentí que la garganta se me cerraba. Me estaba ahogando sólo al imaginarme que había mordido un trozo de la china asesina.

  Aunque estaba sorprendida con la situación, tenía que admitir que los métodos eran muy inteligentes. ¿Envenenarme con una naranja? Genial. Eso me apuntaba hacia la dirección correcta. La persona que estuviera detrás de este crimen me conocía lo suficiente como para saber de mi alergia a las naranjas. Si yo no fuera una detective tan observadora y astuta, ese pequeño detalle habría pasado por desapercibido. Por suerte, ser detective no es lo que hago. Es lo que soy.

  Tenía que llegar a casa lo antes posible para iniciar mi investigación. Alguien me quería quitar del camino. Su éxito en esa empresa no sería una opción. Tenía que hacer lo que cualquier estudiante responsable hace cuando tiene que ir a casa durante las horas de clase.

  Le dije al asistente de cafetería que tenía que ir a la enfermería porque había tenido contacto con un alimento alérgeno. Sabía que eso me permitiría llegar con la enfermera bien rápido. Corrí por el pasillo a la oficina de la Sra. Caradura. Como era de esperar, no había nadie. A la hora del almuerzo la enfermería siempre está vacía. Nadie quería perderse el almuerzo; sin embargo, perderse un prueba de matemáticas … para eso sí valía la pena enfermarse.

  Tenía que acercarme a la Sra. Caradura con mucha precaución. Tiene fama de ser una persona bien difícil. Es bajita y ancha. Tiene la boca en una mueca de disgusto permanente. Nunca se le puede engañar con síntomas falsos, y casi nunca te manda a casa. La mayoría de los estudiantes dicen que es mala. Yo prefiero verla como una contrincante de respeto.

  Entré a su oficina y me senté en la silla frente a su escritorio mientras ella tecleaba en la computadora. Me miró de reojo inmediatamente mientras continuaba con su trabajo.

  —¿Estás enferma, Flaca? ¿A la hora del almuerzo? Qué interesante —dijo, mientras seguía escribiendo.

  Miré a la Sra. Caradura fijamente, puse el vasito con fruta en su escritorio y lo empujé hacia ella.

  —¿Y qué significa esto? —preguntó.

  No me extrañaba que me hiciera una pregunta abierta. Tenía que ser muy lista con mi respuesta.

  —No lo sé, Señora Caradura. Dígame usted. Revise mi expediente médico.

  —Flaca, no tengo tiempo para juegos. Dime qué está pasando —demandó.

  La señora Caradura estaba actuando muy autoritaria, probablemente porque no poseía las destrezas para unir las piezas del rompecabezas. Tuve que hacerlo por ella.

  —Éste es un intento de asesinato. Alguien está tr
atando de envenenarme —dije apuntando al vasito de fruta.

  La señora Caradura dejó de trabajar y se quitó los lentes. Ahora nos veíamos a los ojos.

  —En primer lugar, Flaca, nadie va a intentar asesinarte con un vasito de fruta. Además, me temo que no sabes la definición correcta de “asesinato”. Tú no eres una figura pública o una persona famosa. Por lo tanto, aunque alguien quisiera envenenarte, eso no sería un “intento de asesinato”.

  La señora Caradura parecía estar satisfecha con su respuesta porque sus dedos volvieron a bailar sobre el teclado. Seguro pensó que no me esperaba ese tipo de respuesta. Estaba equivocada.

  —De hecho, Señora Caradura, sí soy una figura pública. Por si usted no lo sabe, soy la detective de este lugar. Hay montones de casos importantes que jamás se habrían resuelto si no fuera por mí. Así es que sí pueden asesinarme. Lo que es más importante, soy alérgica a las chinas y, por lo que puede ver, este vasito está lleno de ellas. Pero, supongo que usted no estará al tanto de mi alergia porque no ha consultado mi expediente médico.

  La señora Caradura levantó las cejas, cruzó las manos y se quedó en silencio un momento (creo que era la primera vez que hacía esto). Luego preguntó, —Exactamente, ¿qué es lo que quieres de mí, Flaca?

  —Necesito que llame a mi mamá y le diga que venga por mí porque puede que me haya comido un gajo de china —dije.

  —Eso sería una mentira —dijo la señora Caradura—. No has comido chinas. Estás perfectamente bien.

  —Pero podría haber comido una. Y si me voy con este vasito de fruta de aquí, podría comer unas chinas. Enviarme a casa es más seguro. Además, eso me sacará de su oficina más rápido. De otra manera, tendré que quedarme aquí bajo observación. Siento que me pica la garganta —dije.

 

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