ACÓNITO/CAPUCHA DE MONJE/LUPARIA: No saber que capucha de monje y luparia son dos nombres para referirse a una misma planta es una de las primeras humillaciones a las que Snape, el profesor de pociones, sometió a Harry. Sin embargo, esta confusión es comprensible, ya que muchas plantas (especialmente las usadas en magia y mediana) reciben numerosas denominaciones. Esta planta en concreto se conoce técnicamente por «acónito» y sus semillas, hojas y raíces contienen un veneno mortal llamado «acónito», que ralentiza el ritmo cardíaco y hace bajar la presión sanguínea. Se la llama «capucha de monje» porque sus hojas se parecen a las capuchas que llevaban los monjes. Se llama también «luparia» porque los agricultores europeos protegían su ganado de los lobos colocando alrededor de sus propiedades carne saturada con jugos mortales de esta planta. El acónito tiene una larga historia mágica. En los mitos griegos, la planta crecía en todos aquellos lugares por donde pisaba el Cancerbero, el perro de tres cabezas. En la Europa moderna, se pensaba que las brujas utilizaban la planta para pociones y ungüentos para volar (véase bruja). También se utilizaba en pociones amorosas. Desgraciadamente, a causa de la dificultad para encontrar la proporción adecuada, algunas veces el amado acababa muriendo.
PIEDRA DE LUNA: Un buen trabajo sobre las propiedades de la piedra de luna (unos deberes que Hogwarts requiere en quinto curso) explicaría, sin lugar a dudas, que esta delicada piedra lechosa es una variante de feldespato que, según las leyendas, obtiene su poder directamente de la Luna. En Europa, se la conoce popularmente como la «piedra del viajero» porque asegura la protección mágica a los que se trasladan. Por ello, esta piedra se ha visto siempre como un talismán de buena suerte y fertilidad. En la Edad Media, se creía que llevar esta piedra podía proteger al individuo de la confesión, la demencia y la epilepsia. Si se metía en la boca o se incluía en una poción, podía ayudar a tomar una decisión y, cuando había luna llena, a predecir el futuro. Algunas culturas orientales sostenían que la piedra de luna estaba formada por los rayos solidificados de la Luna y que en ella moraba un espíritu benigno.
¿Te atormentan ruidos y cosas que caen durante la noche? Es posible que hayas heredado un poltergeist. Los también llamados «fantasmas ruidosos» (su nombre significa literalmente «espíritu que arma jaleo» en alemán) son unos de los espectros más molestos que hay. A diferencia de los fantasmas, las apariciones y otras modalidades fantasmagóricas, los poltergeist no rondan por una casa o un edificio determinado; escogen a una persona en concreto, a la que siguen allá donde vaya. Sus víctimas suelen ser jóvenes, sobre todo adolescentes con fuertes poderes psíquicos para atraer a las fuerzas sobrenaturales.
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Aunque quienes son molestados por el espíritu ruidoso de Hogwarts, Peeves el Poltergeist, pueden verlo, la mayoría de estos entes son invisibles. Anuncian su presencia con fuertes golpes o aporreando las paredes (de ahí su fama de ruidosos). Se sabe que algunos poltergeist particularmente violentos y de mal carácter vuelcan los muebles, encienden fuegos y lanzan a la gente por los aires al otro lado de una habitación. (Peeves parece ser el único al que le gustan los globos de agua).
Hace 2400 años que se cuentan historias de extraños ruidos, mesas y sillas que vuelan y otros fenómenos de tipo poltergeist. El político griego del siglo V d. C. Andócides, habla de un conocido suyo que «tiene un espíritu maligno en casa que vuelca la mesa». Unos quinientos años después, el gran historiador romano Suetonio escribió acerca de un desafortunado noble que fue «arrancado repentinamente de su lecho por una fuerza desconocida» y encontrado a la mañana siguiente «semiinconsciente en la puerta junto con las sábanas». Pero el término poltergeist no se consolidó hasta el siglo XIX.
Las opiniones acerca de la verdadera naturaleza de los poltergeist están divididas. Algunos investigadores aseguran que los poltergeist son en realidad «perturbaciones psíquicas» causadas por jóvenes de capacidades extraordinarias. Los escépticos opinan que esas perturbaciones no son más que patrañas de adolescentes con imaginación. Los creyentes insisten en que los fenómenos son germinas manifestaciones de una variedad única de un fantasma infantil y mezquino. Cuán infantiles pueden ser algunos poltergeist queda claro en el popular cuento inglés del siglo XIX El caso del fantasma de Stockwell, en el que al espíritu en cuestión le gusta volcar barriles de cerveza y tirar huevos podridos a los gatos. No obstante, es mejor no subestimar nunca la malevolencia de un poltergeist. Más de uno ha incendiado casas con sus desafortunados habitantes dentro.
En los últimos años, los poltergeist han recibido una amplia cobertura en la televisión y las películas, y lugares supuestamente afectados por este fenómeno son comunes en toda Europa y Norteamérica. Por suerte, los fenómenos poltergeist duran solo unos cuantos días y luego los molestos espíritus se desvanecen por sí solos.
La profecía no se encuentra entre las diversas formas de adivinación que enseña la profesora Trelawney. Esto se debe a que, a diferencia de la lectura de la bola de cristal, la lectura de hojas de té o la astrología, la profecía no es una materia técnica con procedimientos que se puedan enseñar. A lo largo de la historia y en todas las culturas, la profecía ha sido siempre considerada un don, una inspiración divina que posee un individuo en concreto y que le revela lo que ha de venir a través de una visión, un sueño o un delirio extático.
La profecía forma parte de muchas tradiciones. Los profetas y sus profecías aparecen en textos tempranos como La Iliada, La Eneida y el poema de Gilgamesh babilónico. Los relatos del rey Arturo, el Macbeth shakesperiano y otras obras clásicas usan la profecía para crear efectos de anticipación, misterio y presagios en la historia, así como para plantear sorprendentes preguntas: ¿el futuro está predeterminado?; si sabemos lo que ocurrirá, ¿podremos cambiarlo? La profecía reside también en el corazón de muchas tradiciones religiosas y todas las culturas del mundo cuentan con profetas apocalípticos que predicen el fin del mundo y anuncian a los pecadores que deben arrepentirse.
Los profetas bíblicas eran líderes morales y espirituales.
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Los profetas religiosos
Aunque la palabra «profecía» se ha acabado asociando con «predicción», la predicción del futuro no ha sido nunca el aspecto prioritario de los profetas religiosos. En las grandes fes que nacieron en el antiguo Oriente Próximo (judaísmo, cristianismo e islamismo), el profeta era una persona que hablaba en nombre de Dios. Los primeros profetas hebreos se conocieron con el nombre de nabbi, que significa «persona llamada». Por lo general, solía tratarse de un músico errante con una flauta o un arpa que, cuando se inspiraba, comenzaba a cantar, bailar y divulgar la palabra de Dios. Durante los siglos siguientes, el papel del profeta cobró importancia y evolucionó, dando paso a una serie de profetas literarios como Amos, Isaías y Jeremías. Estos visionarios transmitían los mensajes divinos en forma de historias, poemas o sermones que, al final, pasaron a constituir los libros proféticos del Antiguo Testamento. La misión de estos profetas era instruir, animar, castigar e inspirar. Cuando tenían una visión sobre el futuro, solía tratarse de un largo período de sufrimiento e injusticia que acabaría con una «época dorada» en la que prevalecerían la paz, la armonía y la justicia absoluta. Esta tradición iniciada por los profetas hebreos fue también seguida por Jesucristo y Mahoma, los grandes profetas del cristianismo y el islamismo respectivamente, que se veían a sí mismos como los sucesores naturales de los profetas del Antiguo Testamento. El cristianismo y el islamismo también comparten la visión profética de un futuro en el que habrá un período de juicio divino donde se castigará a los malvados y se premiará a los virtuosos con la vida eterna del Paraíso. Todos estos profetas han pasado a la Historia como líderes morales y espirituales, cuya misión ha sido revelar la voluntad de Dios, inculcar la necesidad de imponer la cordura al pecado y guiar el destino de las naciones.
Sibilas
El nombre de la profesora Sibyl Trelawney, maestra de Adivinación de Hogwarts y profetisa ocasional, hace honor a sus dotes (al igual qu
e el de su tatarabuela, Cassandra). La mitología y la literatura reflejan que las primeras profetisas fueron las sibilas, unas mujeres misteriosas conocidas por su capacidad para entrar en trance y predecir el futuro. Basándose en fuentes históricas cuya identidad se ha perdido en la oscuridad del tiempo, los escritores griegos y romanos describían a estas mujeres como criaturas con inspiración divina, que habitaban en cuevas y, a menudo, estaban locas. Tal como la profesora Trelawney predijo el nacimiento de un brujo con poder para vencer al señor de las tinieblas, se decía que las antiguas sibilas podían predecir el surgimiento y la caída de gobernantes e imperios, así como el desencadenamiento de guerras, tormentas, hambrunas e inundaciones.
Según la leyenda, en el mundo antiguo había diez sibilas, repartidas por Egipto, Babilonia, Persia, Libia y Grecia. Cada una tenía un nombre distinto, pero a todas se las llamaba «sibilas» en honor a la profetisa original de la leyenda griega, Sibila, de quien se decía que era hija de Zeus. En su relato épico, la Eneida, Virgilio creó un convincente retrato de la sibila más famosa; Amaltea, la sibila de Cumas. Al abandonar su cueva para dar la bienvenida a un guerrero troyano llamado Eneo, la sibila fue poseída por el espíritu de Apolo, el dios de las profecías. Sus extremidades temblaron, su corazón se desbocó, se le erizó el pelo y, echando espuma por la boca, habló con una voz «nada humana», y dijo a Eneo: «Veo guerra, una terrible guerra, y el Tíber arrastra ríos de sangre. […] Pedirás clemencia, serás pobre, buscarás ayuda en cualquier parte. Una mujer será de nuevo la causa de tanta desgracia. […] No te rindas ante el mal. Ataca, ataca, con más valentía de la que creas atisbar en el destino. Una oferta de seguridad […] te llegará desde una ciudad griega».
De acuerdo con la leyenda, la sibila de Cumas (que vivió centenares de años) también predijo el destino del Imperio romano. Se ofreció a vender nueve libros con sus profecías a Tarquino el Soberbio, el último rey de Roma. Tarquino consideró que le pedía un precio excesivo y se negó a pagarlo, esperando quizá que ella se aviniera a regatear. Sin embargo, la sibila quemó tres de sus libros y se marchó. Al año siguiente, volvió y le ofreció los seis libros restantes al mismo precio. Tarquino volvió a rechazar la oferta y la sibila quemó otros tres volúmenes. Un año después, subyugado a la presión a la que le sometieron sus consejeros y adivinos, Tarquino compró los tres libros restantes que le llevaba la sibila por el precio inicial.
Las historias de la sibila de Cumas son mitos, pero las profecías que se le atribuyen existen realmente. Alguien las escribió en forma de acertijos sobre hojas de palma, que luego fueron cosidas en libros y se guardaron en una pesada arca de piedra en el interior del templo de Júpiter, en Roma. Conocidos con el nombre de Libros Sibilinos, las profecías que contenían fueron consultadas únicamente por el Senado romano, y solo en casos de catástrofes o emergencias. Sin embargo, lo que los libros predecían, los consejos que contenían y cómo afectó todo ello al destino del Imperio sigue siendo un misterio. Los libros fueron destruidos en un incendio que se produjo en el año 83 a. C.
Aunque las sibilas fueron originalmente descritas como mujeres salvajes que moraban en cuevas, muchos artistas preferían representarías como hermosas figuras clásicas.
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Con todo, sí conocemos el contenido de los Oráculos Sibilinos, catorce tomos de profecías que vieron la luz entre los años 100 a. C. y 200 d. C., y que han llegado hasta hoy. Comenzando por los albores de los tiempos, una sibila narra la creación del universo y del jardín del Edén. Relata las guerras de gigantes de la mitología griega, predice el surgimiento y la caída de diversos imperios (Egipto, Troya, Grecia, Roma, Persia) y predice el destino de Alejandro el Grande, Cleopatra, Jesús de Nazaret y toda una saga de emperadores romanos. Sin embargo, los Oráculos Sibilinos no eran exactamente lo que parecían. En lugar de ser profecías inspiradas en visiones de profetisas legendarias, eran simplemente astutas falsificaciones. Las primeras profecías fueron redactadas por autores judíos afincados en Alejandría, Egipto, que esperaban popularizar sus enseñanzas en aquel mundo pagano atribuyéndolas a las veneradas sibilas. Los escritores cristianos continuaron con aquella costumbre haciendo ver que las sibilas habían anticipado la llegada de Jesucristo y el advenimiento del cristianismo. Durante siglos, los líderes religiosos creyeron que las profecías eran auténticas y la importancia de las sibilas continuó creciendo hasta igualar a los profetas del Antiguo Testamento, hecho que quedó bellísimamente documentado al incluirse en el techo de la Capilla Sixtina de Roma.
Oráculos
Cuenta la leyenda que las sibilas hablaban cuando les venía la inspiración. Los oráculos, sin embargo, solo hablaban cuando se les hablaba directamente. En el mundo de los antiguos, un oráculo era un santuario religioso donde un suplicante pedía consejo a la deidad residente, que le ofrecía una respuesta. El término «oráculo» (del latín «orar» o «hablar») también se aplicaba al sacerdote o sacerdotisa que hablaba en nombre de la deidad, así como al propio mensaje. Grecia era el centro de la sabiduría oracular y su gran cantidad de santuarios recibía las consultas de gobiernos, individuos y emisarios extranjeros que buscaban consejos sobre asuntos importantes tales como los resultados de las guerras, el lugar donde debían construir un templo, el tiempo que viviría un gobernante o, incluso, la fiabilidad de los demás oráculos. Los oráculos podían hablar de diversos modos. En algunos santuarios, el suplicante debía pasar allí la noche para recibir la respuesta en forma de sueño —método conocido como «incubación». En el oráculo de Zeus, en Dodona, el dios hablaba a través del movimiento de las hojas del roble sagrado, que el sacerdote del templo interpretaba. El oráculo más preciado era el de Apolo, que fue consultado en la ladera del monte Parnaso, en Delfos, entre el año 1400 a. C. y el 381 d. C. En este templo, el dios hablaba a través de una sacerdotisa conocida con el título de «Pitia» en recuerdo de la pitón que Apolo tuvo que matar para conseguir el templo. Para recibir respuesta a una pregunta, el solicitante debía completar los rituales y sacrificios estipulados, y pagar unos honorarios. Entonces, la Pitia, depositaria de la pregunta, entraba en una cámara sagrada en los subterráneos del templo. Una vez dentro, se sentaba en un trípode de bronce (un taburete con tres patas), entraba en trance y era poseída por Apolo, que le daba la respuesta a la pregunta, ya fuera directamente o en versos poéticos que se debían interpretar.
Si bien algunos oráculos hablaban con claridad, el oráculo de Delfos era famoso (especialmente en teatro y literatura) por sus respuestas evasivas, que nunca eran exactamente lo que parecían. Según una leyenda, en su visita al templo, el tirano romano Nerón fue advertido de que el número 73 marcaría su caída. En aquellos momentos, el emperador, que solo tenía treinta años y esperaba disfrutar de una larga vida, se mostró desdeñoso con el oráculo. Sin embargo, al año siguiente, después de ser derrocado por el líder militar Servio Galba, se suicidó. Resultó que Servio Galba tenía setenta y tres años. Sin duda, la historia oracular más conocida es la del infinitamente rico rey de Lidia, Creso, que consultó el oráculo en el siglo VII a. C. sobre sus planes de declarar la guerra a Persia. El oráculo le contestó que, si lo hacía, «Creso destruirá un gran imperio». Animado por esta profecía que aparentemente pronosticaba la victoria, el rey inició el ataque y sufrió una terrible derrota. Una vez apresado, el enemigo le permitió enviar un mensaje a Delfos para preguntar al oráculo, a quien tantas magníficas ofrendas había entregado, por qué le había engañado de aquel modo. El oráculo le respondió que, sin lugar a dudas, le había dicho la verdad: un gran imperio había sido destruido, el de Creso.
En el oráculo de Delfos, Pitia entraba en trance y respondía preguntas mientras se encontraba poseída por el espíritu de Apolo.
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Las historias y leyendas populares de todo el mundo están llenas de relatos de este tipo: relatos de profecías que se interpretan erróneamente, que parecen decir una cosa pero dicen otra o que no son descifradas correctamente por quienes las escuchan, incapaces de reconocer la posibilidad
de que el mensaje albergue más de un significado. Esto hace que nos planteemos si, además de lo evidente, la profecía de Sibyl Trelawney sobre un muchacho cuyo cumpleaños se celebra a finales de junio esconde algo más. ¿Esconden las palabras significados que no podemos ver? Esta pregunta es también aplicable a las profecías de Nostradamus.
Nostradamus
A diferencia de las sibilas y las antiguas Pitias, sabemos perfectamente quién fue Nostradamus. Michel de Notre Dame nació el 14 de diciembre de 1503 en Saint Rémy, Provenza, Francia. Pertenecía a una familia culta y adinerada y, por lo que parece, resultó ser un niño excepcional: inteligente, inquisitivo y estudioso. Tras gozar de una educación clásica (griego, latín, filosofía, retórica, mitología y astrología), estudió medicina y se graduó en la Universidad de Montpellier a los veintiséis años. Siguiendo la costumbre de su época, latinizó su nombre y se hizo llamar Nostradamus, reflejando así su educación y condición de médico.
El Diccionario del Mago Page 23