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by Bolaño, Roberto


  EL TESTIGO

  Le dije que podíamos quedarnos allí, al menos mientras recobrábamos el aliento . . . No había sonidos a nuestras espaldas calma chicha para cubrirnos las cabezas con sombreros de paja y recostarnos contra una pared . . . El bosque nos devolvió el sentido de la gracia; escuchábamos voces de adolescentes donde terminaban las arboledas . . . Eran niños . . . Ocupaban las pistas de tenis de la mañana a la noche y algunos apenas sabían jugar . . . En la terraza paseaban hombres con trajebaños y vasos vacíos . . . Nosotros descansábamos . . . Montamos la tienda en un claro, a medio camino de las pistas de tenis y del camping . . . A veces él desaparecía . . . Nunca le pregunté qué demonios hacía supongo que iba al bar del camping . . . A decir verdad era tan insociable como yo así que si tuviera que arriesgar una respuesta acerca de los motivos que lo llevaban al camping no sabría qué decir . . . Tal vez curiosidad . . . Yo prefería merodear por las pistas . . . Voces de niñas tocadas por el sol voces que salían de casamatas de hormigón en donde se duchaban . . . En realidad me pasaba horas y horas mirando a través del ramaje . . . Las pistas de tierra, las dos hileras de asientos, una más elevada que la otra, las escaleras verdes que conducían a la terraza y al bar . . . Un bar exclusivo . . . En ocasiones encontramos gente en el bosque pero nunca se fijaron en nosotros . . . Nos tapábamos el rostro con sombreros y el chirrido de los grillos nos adormecía . . . La tienda estaba en un claro . . . Allí guardábamos nuestras pertenencias: harapos revistas latas . . . Las latas las metía el jorobadito . . . Ahora sé por qué motivo . . . Yo quería largarme y se lo dije . . . Le dije que me iría al sur y que si quería podía venir conmigo . . . El bosque era pequeño y sin embargo él lo veía como algo impenetrable . . . A la semana de estar allí dije que me iba . . . Tengo parientes en el sur además no me gustan los catalanes . . . Por las tardes me quedaba inmóvil junto a la cerca del club de tenis . . . A veces lloraba supongo que estaba llegando al límite . . . Sí, hacía mucho calor . . . No recuerdo qué año fue pero la gente que encontramos en el bosque no parecía asustada cuando nos veía . . . Obreros de vacaciones . . . En cierta ocasión vi a un tipo que lloraba en los linderos . . . En la parte quemada del bosque . . . Un tipo joven bien vestido que seguramente sabía hablar con educación . . . No me dejé ver . . . En general era cauteloso todo el tiempo . . . Le dije ya está bien ahora vámonos y él dijo «Nel, majo» . . . Una mañana me fui sin despertarlo ni dejarle una nota de despedida . . . Olvidé algunas cosas un abrelatas no recuerdo qué más . . . De alguna manera sabía que tenía que irme y que él no podía hacerlo . . . Sentí el hueco y preferí largarme . . . El jorobadito sólo dijo «nel, majo» . . . Recuerdo el dolor de las pistas de tenis . . . Los atardeceres calurosos en medio del bosque en blanco y negro . . . El hombre se aleja . . . Nuestro único testigo no quiere testigos . . .

  THE WITNESS

  I told him we could stay here, at least until we caught our breath . . . There were no sounds behind us calm dead enough to cover our heads with sombreros and recline against a wall . . . The forest restored the feeling of grace; we heard teenage voices at the edge of the groves . . .They were children . . . They took over the tennis courts from morning to night and some hardly knew how to play . . . On the deck men passed by in swimsuits with empty glasses . . . We rested . . . We pitched a tent in a clearing, halfway between the tennis courts and the campground . . . Sometimes he disappeared . . . I never asked what the hell he was doing I guess he went to the campground bar . . . In truth he was just as unsociable as I, so if I had to hazard a guess at his motives for going to the campground I wouldn’t know what to say . . . Maybe curiosity . . . I preferred to skulk around the courts . . . Voices of sun-kissed girls voices that came from inside the concrete casemates where they showered . . . I actually spent hours and hours watching from behind the branches . . . The clay courts, the two rows of seats, one higher than the other, the green stairs going up to the deck of the bar . . . An exclusive bar . . . Sometimes we came upon people in the woods but they never noticed us . . . We covered our faces with sombreros and the crickets’ chirping lulled us to sleep . . . The tent was in a clearing . . . That’s where we kept our things: rags magazines cans . . . The little hunchback put the cans there . . . Now I know why . . . I wanted to take off and I told him . . . I told him I was going south and if he wanted he could come with me . . . The forest was small and still he saw it as something impenetrable . . . After being there a week I said I was going . . . I have relatives in the South, plus I don’t like the Catalans . . . In the afternoons I stood motionless beside the tennis club fence . . . Sometimes I would cry I guess I was reaching my limit . . . Yeah, it was really hot . . . I don’t remember what year it was but the people we crossed in the woods didn’t seem frightened when they saw us . . . Workers on vacation . . . One time I saw a guy crying at the edge . . . In the burnt part of the forest . . . A young guy, well dressed, who surely knew how to speak politely . . . I didn’t let myself watch . . . I was usually cautious all the time . . . I told him it’s okay now, let’s go and he said “Fat chance, hon” . . . One morning I left without waking him or leaving a note goodbye . . . I forgot a few things a can opener I don’t remember what else . . . Somehow I knew that I had to go and that he couldn’t do it . . . I felt the hole and preferred to get out of there . . . The little hunchback just said “fat chance, hon” . . . I remember the pain of the tennis courts . . . The sweltering dusks in the middle of the black and white forest . . . The man walks away . . . Our only witness does not want witnesses . . .

  GENTE QUE SE ALEJA

  Cuando considero la corta duración de mi vida, absorbida en la eternidad precedente y siguiente —memoria hospitis unius diei praetereuntis—, el pequeño espacio que ocupo e incluso que veo, abismado en la infinita inmensidad de los espacios que ignoro y que me ignoran, me espanto y me asombro de verme aquí y no allí, porque no existe ninguna razón de estar aquí y no allí, ahora y no en otro tiempo. ¿Quién me ha puesto aquí? ¿Por orden y voluntad de quién este lugar y este tiempo han sido destinados a mí?

  PASCAL

  PEOPLE WALKING AWAY

  When I consider the brief span of my life absorbed into the eternity which comes before and after —memoria hospitis unius diei praetereuntis— the small space I occupy and which I see swallowed up in the infinite immensity of spaces of which I know nothing and which know nothing of me, I take fright and am amazed to see myself here rather than there: there is no reason for me to be here rather than there, now rather than then. Who put me here? By whose command and act were this place and time allotted to me?

  PASCAL

  FACHADA

  La vida concluye en el momento en que se la fotografía. Es casi un símbolo de Hollywood. Tara no tenía habitaciones en su interior. Era sólo una fachada.

  DAVID O. SELZNICK

  El muchacho se acerca a la casa. Vereda de alerces. La Fronda. Collar de lágrimas. El amor es una mezcla de sentimentalismo y sexo (Burroughs). La mansión sólo es fachada y la desmantelan para instalarla en Atlanta. 1959. Todo está viejo. No es un fenómeno de ahora. Todo cagado desde hace mucho tiempo. Y los españoles imitan tu modo de hablar sudamericano. Una vereda de palmeras. Todo lento y asmático. Biólogos aburridos contemplan la lluvia desde los ventanales. No sirve cantar con sentimiento. Querida mía, quienquiera que seas, dondequiera que estés: ya no hay nada que hacer, las cartas se han jugado y he visto mi dibujo, ya no es necesario el gesto que nunca llegó. «Era sólo una fachada.» El muchacho camina hacia la casa.

  FAÇADE

  Once photographed, life here is ended. It is almost symbolic of Hollywood. Tara has no
rooms inside. It was just a facade.

  DAVID O. SELZNICK

  The kid heads toward the house. Alley of larches. The Fronde. Necklace of tears. Love is a mix of sentimentality and sex (Burroughs). The mansion is just a façade — dismantled, to be erected in Atlanta. 1959. Everything looks old. Not a modern phenomenon. From a long time back, everything wrecked. And the Spaniards imitate your South American way of speaking. An alley of palms. Everything slow and asthmatic. Bored biologists watch the rain from the windows. It’s no good singing with feeling. My darling, whoever you are, wherever you are: it’s too late, the cards have been played and I’ve seen my picture, I no longer need the gesture that never came. “It was just a façade.” The kid walks toward the house.

  LA TOTALIDAD DEL VIENTO

  Carreteras gemelas tendidas sobre el atardecer cuando todo parece indicar que la memoria las ambiciones la delicadeza kaputt como el automóvil alquilado de un turista que penetra sin saberlo en zonas de guerra y ya no vuelve más al menos no en automóvil hombre que corre a través de carreteras tendidas sobre una zona que su mente se niega a aceptar como límite punto de convergencia dragón transparente y las noticias dicen que Sophie Podolski kaputt en Bélgica la niña del Montfauçon Research Center y los labios dicen «veo camareros de temporada caminando por una playa desierta a las 8 de la noche gestos lentos grupo barrido por el viento cargado de arena» . . . «una niña de 11 muy gorda iluminó por un instante la piscina pública» . . . «¿y a ti también te persigue Colan Yar?» . . . «¿una pradera negra incrustada en la autopista?» . . . El tipo está sentado en una de las terrazas del ghetto. Escribe postales pues su respiración le impide hacer poemas como él quisiera. Quiero decir: poemas gratuitos, sin ningún valor añadido. Sus ojos retienen una visión de cuerpos desnudos que se mueven con lentitud fuera del mar. Después sólo resta el vacío. «Camareros de temporada caminando por la playa» . . . «La luz del atardecer descompone nuestra percepción del viento» . . . «La totalidad del viento» . . .

  THE FULLNESS OF THE WIND

  Twin highways flung across the evening when everything seems to indicate that memory ambitions finer feelings are kaput like the rental car of a tourist who unknowingly ventures into war zones and never returns at least not by car, man who speeds down highways strung across a zone that his mind refuses to accept as a barrier vanishing point transparent dragon and in the news Sophie Podolski is kaput in Belgium the girl from the Montfauçon Research Center and the lips say “I see waiters hired for the summer walking along a deserted beach at 8 at night slow movements sandswept group” . . . “for an instant a fat 11-year-old girl lit up the public pool” . . . “so is Colan Yar after you too?” . . . “the highway a black-topped strip of prairie?” . . . The man sits at one of the cafes in the ghetto. He writes postcards because breathing prevents him from writing the poems he’d like to write. I mean: free poems, no extra tax. His eyes retain a vision of naked bodies coming slowly out of the sea. Then all that’s left is emptiness. “Waiters walking along the beach” . . . “The evening light dismantles our sense of the wind” . . .“The fullness of the wind” . . .

  CUADROS VERDES, ROJOS Y BLANCOS

  Ahora él se sube a una marea, la marea es blanca. Ha tomado un tren en dirección contraria a la que deseaba. Sólo él ocupa el compartimento, las cortinas están descorridas y el atardecer se pega en el vidrio sucio. El verde oscuro, el amarillo intenso y un rojo desvaído se abren sobre el cuero negro de los asientos. Hemos creado un espacio silencioso para que él de alguna manera trabaje. Enciende un cigarrillo. La cajita de los fósforos es sepia. Sobre la cubierta está dibujado un hexágono compuesto de doce fósforos. El título es: jugar con fósforos, y, como indica un 2 en el ángulo superior izquierdo, éste es el segundo juego de la colección. (El juego número 2 se llama «La increíble fuga de triángulos».) Ahora su atención se detiene en un objeto pálido, al cabo de un rato advierte que es un cuadrado que empieza a fragmentarse. Lo que antes reconoció como pantalla se transforma en marea blanca, palabras blancas, vidrios que finalizan su transparencia en una albura ciega y permanente. De improviso un grito concentra su atención. El breve sonido le parece como un color tragado por una fisura. ¿Pero qué color? La frase «el tren se detuvo en un pueblo del norte» no le deja ver un movimiento de sombras que se desarrolla en el asiento de enfrente. Se cubre el rostro con los dedos lo suficientemente separados como para atisbar cualquier objeto que se le aproxime. Busca cigarrillos en los bolsillos de la chaqueta. Cuando exhala la primera bocanada piensa que la fidelidad se mueve con la misma rigidez que el tren. Una nube de humo opalino cubre su rostro. Piensa que la palabra «rostro» crea sus propios ojos azules. Alguien grita. Observa sus pies fijos en el suelo. La palabra «zapatos» jamás levitará. Suspira, vuelve el rostro hacia la ventana, el campo parece envuelto por una luz más oscura. Como la luz de mi cabeza, piensa. El tren se desliza junto a un bosque. En algunas zonas se puede ver la huella de incendios recientes. A él no le extraña no ver a ninguna persona a orillas del bosque. El jorobadito vive allí, siguiendo un sendero para bicicletas, un kilómetro más adentro. Le dije que prefería no escuchar más. Aquí puedes encontrar conejos y ratas que parecen ardillas. El bosque está delimitado limpiamente por la carretera y la línea de ferrocarril. En el sector contiguo hay algunos campos de labranza y próximo a la ciudad un río contaminado en cuyas riberas pueden verse huertos de gitanos y cementerios de coches. La carretera corre junto al mar. El jorobadito abre una lata de conservas apoyando la mitad de su espalda contra un pino pequeño y podrido. Alguien gritó en el otro extremo del vagón, posiblemente una mujer, se dijo mientras apagaba el cigarrillo con la suela del zapato. La camisa es de cuadros verdes, rojos y blancos, de manga larga y hecha de algodón. En la mano izquierda del jorobadito hay una lata de sardinas con salsa de tomate. Está comiendo. Sus ojos escudriñan el follaje. Escucha pasar el tren.

  GREEN, RED, AND WHITE CHECKS

  Now he rises up on a tide, the tide is white. He has taken a train going in the wrong direction. He’s the only one in the compartment, the curtains are open, and the dusk clings to the dirty glass. Dark green, intense yellow, and a washed-out red spread across the black leather. We’ve created a silent space so that he can work somehow. He lights a cigarette. The box of matches is sepia-colored. On the lid is a drawing of a hexagon made of twelve matches. It’s labeled: playing with matches, and, as indicated by a 2 in the upper lefthand corner, it’s the second game in a series. (Game number 2 is called “The Great Triangle Escape.”) Now his attention comes to rest on a pale object. After a while he realizes that it’s a square that’s beginning to disintegrate. What he at first imagined was a screen becomes a white tide, white words, panes whose transparency is replaced by a blind and permanent whiteness. Suddenly a shout focuses his attention. The brief sound is like a color swallowed by a crack. But what color? The phrase “the train stopped in a northern town” distracts him from a shifting of shadows in the next seat. He covers his face with his fingers, spread wide enough so that he can spot any object coming at him. He searches for cigarettes in the pockets of his jacket. With the first puff, it occurs to him that monogamy moves with the same rigidity as the train. A cloud of opaline smoke covers his face. It occurs to him that the word “face” creates its own blue eyes. Someone shouts. He looks at his feet planted on the floor. The word “shoes” will never levitate. He sighs, turning his face to the window. A darker light seems to have settled over the land. Like the light in my head, he thinks. The train is running along the edge of a forest. In some spots, traces of recent fires are visible. He isn’t surprised not to see anyone at the edge of the forest. This i
s where the little hunchback lives, down a bicycle path, a half mile deeper in. I told him I’d heard enough. There are rabbits and rats here that look like squirrels. The forest is clearly delineated by the highway and the railroad tracks. Right beside it are some tilled fields, and, closer to the city, a polluted river lined with gypsy gardens and junkyards. The highway runs along the sea. The hunchback opens a can of food, resting his hump against a small, rotted pine. Someone shouted at the other end of the car, possibly a woman, he said to himself as he stubbed the cigarette out against the sole of his shoe. His shirt is long-sleeved, cotton, with green, red, and white checks. There is a can of sardines in tomato sauce in the hunchback’s left hand. He’s eating. His eyes scan the foliage. He hears the train go by.

 

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