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Border of a Dream: Selected Poems of Antonio Machado (Spanish Edition)

Page 14

by Antonio Machado


  7

  Silver-plated hills,

  gray heights, cardinal rocks

  where the Duero twists

  its crossbow

  around Soria, somber oaks,

  harsh stony wastelands, bald peaks,

  white roads and poplars by the river,

  Soria twilights, mystical and warlike,

  today I feel a sadness for you

  at the bottom of my heart, a sadness

  that is love. Sorian fields,

  where the rocks seem to dream,

  be with me! Silver-plated hills,

  gray heights, cardinal rocks!

  8

  Again I’ve come to see the gold poplar trees,

  poplars of the road along the bank

  of the Duero, between San Polo and San Saturio,25

  beyond the old town walls

  of Soria—a barbican

  facing Aragón, on Castilian land.

  These black poplars by the river

  accompany the rustle of dead leaves

  with the plashing noise of water on windy days.

  On their bark they have

  the carved initials of lovers, and numbers

  to date the year.

  Poplar trees of love whose branches

  yesterday were crammed with nightingales,

  poplars that tomorrow will be harps

  in spring’s perfumed wind,

  poplars of love near the water

  flowing and passing by and dreaming,

  poplars on the edges of the Duero,

  come with me. My heart carries you!

  9

  Yes, be with me, Sorian fields,

  still afternoons, mountains of violet,

  ilexes of the river, green dream

  of the gray ground and brown earth,

  painful melancholy

  of the decaying city,

  have you entered my soul

  or were you already deep in her?

  People of the high Numantian plain

  who cling to God like old Christians,

  may the sun of Spain fill you

  with happiness, with light and abundance!

  23 A high peak east of Soria in Aragón.

  24 The Spanish “Soria pura / cabza de Extremadura” are words Machado is quoting from the town’s escutcheon.

  25 Sanctuaries on the west bank of the Duero, to which Machado liked to walk on the road under “the poplars along the bank” of the Duero River. San Polo was a Knights Templar convent (monastery or convent). The Hermitage of San Saturio is a Romanesque shrine to the patron saint of Soria.

  La tierra de Alvargonzález

  Al poeta Juan Ramón Jiménez.

  1

  Siendo mozo Alvargonzález,

  dueño de mediana hacienda,

  que en otras tierras se dice

  bienestar y aquí, opulencia,

  en la feria de Berlanga

  prendóse de una doncella,

  y la tomó por mujer

  al año de conocerla.

  Muy ricas las bodas fueron

  y quien las vio las recuerda;

  sonadas las tornabodas

  que hizo Alvar en su aldea;

  hubo gaitas, tamboriles,

  flauta, bandurria y vihuela,

  fuegos a la valenciana

  y danza a la aragonesa.

  2

  Feliz vivió Alvargonzález

  en el amor de su tierra.

  Naciéronle tres varones,

  que en el campo son riqueza,

  y, ya crecidos, los puso,

  uno a cultivar la huerta,

  otro a cuidar los merinos,

  y dio el menor a la Iglesia.

  3

  Mucha sangre de Caín

  tiene la gente labriega,

  y en el hogar campesino

  armó la envidia pelea.

  Casáronse los mayores;

  tuvo Alvargonzález nueras,

  que le trajeron cizaña,

  antes que nietos le dieran.

  La codicia de los campos

  ve tras la muerte la herencia;

  no goza de lo que tiene

  por ansia de lo que espera.

  El menor, que a los latines

  prefería las doncellas

  hermosas y no gustaba

  de vestir por la cabeza,

  colgó la sotana un día

  y partió a lejanas tierras.

  La madre lloró, y el padre

  diole bendición y herencia.

  4

  Alvargonzález ya tiene

  la adusta frente arrugada,

  por la barba le platea

  la sombra azul de la cara.

  Una mañana de otoño

  salió solo de su casa;

  no llevaba sus lebreles,

  agudos canes de caza;

  iba triste y pensativo

  por la alameda dorada;

  anduvo largo camino

  y llegó a una fuente clara.

  Echóse en la tierra; puso

  sobre una piedra la manta,

  y a la vera de la fuente

  durmió al arrullo del agua.

  El sueño

  1

  Y Alvargonzález veía,

  como Jacob, una escala

  que iba de la tierra al cielo,

  y oyó una voz que le hablaba.

  Mas las hadas hilanderas,

  entra las vedijas blancas

  y vellones de oro, han puesto

  un mechón de negra lana.

  2

  Tres niños están jugando

  a la puerta de su casa;

  entre los mayores brinca

  un cuervo de negras alas.

  La mujer vigila, cose

  y, a ratos, sonríe y canta.

  —Hijos, ¿que hacéis? —les pregunta.

  Ellos se miran y callan.

  —Subid al monte, hijos míos,

  y antes que la noche caiga,

  con un brazado de estepas

  hacedme una buena llama.

  3

  Sobre el lar de Alvargonzález

  está la leña apilada;

  el mayor quiere encenderla,

  pero no brota la llama.

  —Padre, la hoguera no prende,

  está la estepa mojada.

  Su hermano viene a ayudarle

  y arroja astillas y ramas

  sobre los troncos de roble;

  pero el rescoldo se apaga.

  Acude el menor, y enciende,

  bajo la negra campana

  de la cocina, una hoguera

  que alumbra toda la casa.

  4

  Alvargonzález levanta

  en brazos al más pequeño

  y en sus rodillas lo sienta;

  —Tus manos hacen el fuego;

  aunque el último naciste

  tú eres en mi amor primero.

  Los dos mayores se alejan

  por los rincones del sueño.

  Entre los dos fugitivos

  reluce un hacha de hierro.

  Aquella tarde...

  1

  Sobre los campos desnudos,

  la luna llena manchada

  de un arrebol purpurino,

  enorme globo, asomaba.

  Los hijos de Alvargonzález

  silenciosos caminaban,

  y han visto al padre dormido

  junto de la fuente clara.

  2

  Tiene el padre entre las cejas

  un ceño que le aborrasca

  el rostro, un tachón sombrío

  como la huella de un hacha.

  Soñando está con sus hijos,

  que sus hijos lo apuñalan;

  y cuando despierta mira

  que es cierto lo que soñaba.

  3

  A la vera de la fuente

  quedó Alvargonzález muerto.

  Tiene cuatro puñaladas

  entre el costado y el pecho,

  por donde
la sangre brota,

  más un hachazo en el cuello.

  Cuenta la hazaña del campo

  el agua clara corriendo,

  mientras los dos asesinos

  huyen hacia los hayedos.

  Hasta la Laguna Negra,

  bajo las fuentes del Duero,

  llevan el muerto, dejando

  detrás un rastro sangriento;

  y en la laguna sin fondo,

  que guarda bien los secretos,

  con una piedra amarrada

  a los pies, tumba le dieron.

  4

  Se encontró junto a la fuente

  la manta de Alvargonzález,

  y, camino del hayedo,

  se vio un reguero de sangre.

  Nadie de la aldea ha osado

  a la laguna acercase,

  y el sondarla inútil fuera,

  que es la laguna insondable.

  Un buhonero, que cruzaba

  aquellas tierras errante,

  fue en Dauria acusado, preso

  y muerto en garrote infame.

  5

  Pasados algunos meses,

  la madre murió de pena.

  Los que muerta la encontraron

  dicen que las manos yertas

  sobre su rostro tenía,

  oculto el rostro con ellas.

  6

  Los hijos de Alvargonzález

  y tienen majada y huerta,

  campos de trigo y centeno

  y prados de fina hierba;

  en el olmo viejo, hendido

  por el rayo, la colmena,

  dos yuntas para el arado,

  un mastín y mil ovejas.

  Otras días

  1

  Y están las zarzas floridas

  y los ciruelos blanquean;

  y las abejas doradas

  liban para sus colmenas,

  y en los nidos, que coronan

  las torres de las iglesias,

  asoman los garabatos

  ganchudos de las cigüeñas.

  Ya los olmos del camino

  y chopos de las riberas

  de los arroyos, que buscan

  al padre Duero, verdean.

  El cielo está azul, los montes

  sin nieve son de violeta.

  La tierra de Alvargonzález

  se colmará de riqueza;

  muerto está quien la ha labrado,

  mas no le cubre la tierra.

  2

  La hermosa tierra de España

  adusta, fina y guerrera

  Castilla, de largos ríos,

  tiene un puñado de sierras

  entre Soria y Burgos como

  reductos de fortaleza,

  como yelmos crestonados,

  y Urbión es una cimera.

  3

  Los hijos de Alvargonzález,

  por una empinada senda,

  para tomar el camino

  de Salduero a Covaleda,

  cabalgan en pardas mulas,

  bajo el pinar de Vinuesa.

  Van en busca de ganado

  con que volver a su aldea,

  y por tierra de pinares

  larga jornada comienzan.

  Van Duero arriba, dejando

  atrás los arcos de piedra

  del puente y el caserío

  de la ociosa y opulenta

  villa de indianos. El río,

  al fondo del valle, suena,

  y de las cabalgaduras

  los cascos baten las piedras.

  A la otra orilla del Duero

  canta una voz lastimera:

  “La tierra de Alvargonzález

  se colmará de riqueza,

  y el que la tierra ha labrado

  no duerme bajo la tierra.”

  4

  Llegados son a un paraje

  en donde el pinar se espesa,

  y el mayor, que abre la marcha,

  su parda mula espolea,

  diciendo: —Démonos prisa;

  porque son más de dos leguas

  de pinar y hay que apurarlas

  antes que la noche venga.

  Dos hijos del campo, hechos

  a quebradas y asperezas,

  porque recuerdan un día

  la tarde en el monte tiemblan.

  Allá en lo espeso del bosque

  otra vez la copla suena:

  “La tierra de Alvargonzález

  se colmará de riqueza,

  y el que la tierra ha labrado

  no duerme bajo la tierra.”

  5

  Desde Salduero el camino

  va al hilo de la ribera;

  a ambas márgenes del río

  el pinar crece y se eleva,

  y las rocas se aborrascan,

  al par que el valle se estrecha.

  Los fuertes pinos del bosque

  con sus copas gigantescas

  y sus desnudas raíces

  amarradas a las piedras;

  los de troncos plateados

  cuyas frondas azulean,

  pinos jóvenes; los viejos,

  cubiertos de blanca lepra,

  musgos y líquenes canos

  que el grueso tronco rodean,

  colman el valle y se pierden

  rebasando ambas laderas

  Juan, el mayor, dice: —Hermano,

  si Blas Antonio apacienta

  cerca de Urbión su vacada,

  largo camino nos queda.

  —Cuando hacia Urbión alarguemos

  se puede acortar de vuelta,

  tomando por el atajo,

  hacia la Laguna Negra

  y bajando por el puerto

  de Santa Inés a Vinuesa.

  —Mala tierra y peor camino.

  Te juro que no quisiera

  verlos otra vez. Cerremos

  los tratos en Covaleda;

  hagamos noche y, al alba,

  volvámonos a la aldea

  por este valle, que, a veces,

  quien piensa atajar rodea.

  Cerca del río cabalgan

  los hermanos, y contemplan

  cómo el bosque centenario,

  al par que avanzan, aumenta,

  y la roqueda del monte

  el horizonte les cierra.

  El agua, qu va saltando,

  parece que canta o cuenta:

  “La tierra de Alvargonzález

  se colmará de riqueza,

  y el que la tierra ha labrado

  no duerme bajo la tierra.”

  Castigo

  1

  Aunque la codicia tiene

  redil que encierre la oveja,

  trojes que guarden el trigo,

  bolsas para la moneda,

  y garras, no tiene manos

  que sepan labrar la tierra.

  Así, a un año de abundancia

  siguió un año de pobreza.

  2

  En los sembrados crecieron

  las amapolas sangrientas;

  pudrió el tizón las espigas

  de trigales y de avenas;

  hielos tardíos mataron

  en flor la fruta en la huerta,

  y una mala hechicería

  hizo enfermar las ovejas.

  A los dos Alvargonzález

  maldijo Dios en sus tierras,

  y al año pobre siguieron

  largos años de miseria.

  3

  Es una noche de invierno.

  Cae la nieve en remolinos.

  Los Alvargonzález velan

  un fuego casi extinguido.

  El pensamiento amarrado

  tienen a un recuerdo mismo,

  y en las ascuas mortecinas

  del hogar los ojos fijos.

  No tienen leña ni sueño.

  Larga es la noche y el frío

  arrecia. Un candil humea

  en el muro ennegrecido.

  El aire agita la llama,

  que pone un fulgor rojizo

  sobre las dos pensativas

  testas de los as
esinos.

  El mayor de Alvargonzález,

  lanzando un ronco suspiro,

  rompe el silencio, exclamando:

  —Hermano, ¡qué mal hicimos!

  El viento la puerta bate

  hace temblar el postigo,

  y suena en la chimenea

  con hueco y largo bramido.

  Después, el silencio vuelve,

  y a intervalos el pabilo

  del candil chisporrotea

  en el aire aterecido.

  El sugundo dijo: —Hermano,

  ¡demos lo viejo al olvido!

  El Viajero

  1

  Es una noche de invierno.

  Azota el viento las ramas

  de los álamos. La nieve

  ha puesto la tierra blanca.

  Bajo la nevada, un hombre

  por el camino cabalga;

  va cubierto hasta los ojos,

  embozado en negra capa.

  Entrado en la aldea, busca

  de Alvargonzález la casa,

  y ante su puerta llegado,

  sin echar pie a tierra, llama.

  2

  Los dos hermanos oyeron

  una aldabada a la puerta,

  y de una cabalgadura

  los cascos sobre las piedras.

  Ambos los ojos alzaron

  llenos de espanto y sorpresa.

  —¿Quién es? Responda—gritaron.

  —Miguel—respondieron fuera.

  Era la voz del viajero

  que partió a lejanas tierras.

  3

  Abierto el portón, entróse

  a caballo el caballero

  y echó pie a tierra. Venía

  todo de nieve cubierto.

  En brazos de sus harmanos

  lloró algún rato en silencio.

  Después dio el caballo al uno,

  al otra, capa y sombrero,

  y en la estancia campesina

  buscó el arrimo del fuego.

  4

  El menor de los hermanos,

  que niño y aventurero

  fue más allá de los mares

  y hoy torna indiano opulento,

 

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